El aspecto físico de Michael Jackson cambió de forma radical desde que en 1982 se convirtiera en la estrella de rock más exitosa por el impacto que causó 'Thriller', el disco más vendido de la historia de la música. Por aquel entonces, el rey del pop era un joven negro, con pelo rizado, nariz prominente e, incluso, agradable a la vista. Sin embargo, la popularidad alcanzada trajo consigo algunas cirugías.
Las primeras consistieron en afinar la nariz y redibujar las cejas. Pequeños retoques que no se salían de lo normal y acorde a lo que también hacían otras estrellas del momento. A esas operaciones, le siguieron otras de nariz y un delineado permanente tatuado en los párpados. Eran los años ochenta y el maquillaje en los hombres, al igual que las vinchas y los peinados sofisticados, no estaban mal vistos. Jackson empieza a ser muy diferente al de 1982, pero todavía se ve bien.

La transformación más violenta se da en 1991. Michael se tatúa el color de los labios y su piel va tomando un tinte muy insalubre. Se opera la nariz por enésima vez y se implanta una prótesis nasal.
En 2005, el médico alemán Werner Mang, uno de sus cirujanos plásticos, rompió su silencio y narró a un diario sensacionalista estadounidense que la nariz del cantante era una parte de su oreja.
Esta serie de operaciones tan seguidas le dejaron marcas y cicatrices, lo que le obligaron a colocarse varias capas de maquillaje blanco. Quiso aclarar que tenía una enfermedad en la piel llamada vitíligo, que la padecen sólo personas de raza negra y que consiste en perder el color natural de su piel. Por eso, llevaba una mascarilla y un paraguas que evitaban que el sol dañara su delicada piel.
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